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Con la llegada de los primeros ciclomotores a la puerta del insti descubrimos quien era de clase media de verdad. Hasta entonces vivíamos la ilusión de pertenecer a esa promesa emergente y la realidad, de repente, apareció delante de nosotros: seguíamos yendo en bici.

Al final, con los años, casi todos tuvimos la oportunidad de disfrutarlos aunque fuera repartiendo pizzas.